En plena era de la posverdad, las fake news y las redes sociales, las imágenes, su difusión y, lo que es más delicado, la manipulación de su contenido a la hora de lanzarlas a la gigantesca piscina mediática, pueden ser muchísimo más peligrosas que una bala de gran calibre. Si a esto le sumamos el hecho de que cada vez pasamos más tiempo con nuestras miradas fijas en unas pantallas que bombardean aluviones de información sin cesar, el escenario no deja de ser caldo de cultivo para el desastre.