Hay quien niega que el cine sea política. Hay incluso quien prefiere creer que 'Starship Troopers' o 'Robocop' son simples filmes de acción sin ningún trasfondo, o que 'Star Wars' no quiere contar nada más que una obvia lucha entre el bien y el mal, sin mayores influencias externas. Pero el cine es política, porque todo en la vida lo es. Y 'Puan' es un buen ejemplo de ello: disfrazada de comedia inofensiva, esta cinta filosófica esconde un caramelo envenenado para un sector reaccionario que puede sentirse realmente incómodo en el tramo final de la cinta. Y con razón. Todos nos sentimos incómodos cuando nos ponen un espejo delante y no nos gusta lo que vemos.
'Puan' es un film tan agradable de ver como compleja en su ejecución, casi como ver a un malabarista jugando con cuchillos donde cada movimiento es vital para que todo salga bien y cualquier error puede hacer perder el interés rápidamente. Por eso, los directores y guionistas, María Alché y Benjamín Naishtat, juegan de manera alquímica con las diferentes capas de la narrativa, desde el chiste slapstick más básico perfecto para rebajar tensiones hasta la reivindicación política más obvia pasando por el humor filosófico y la auto-exploración de un personaje tan imperfecto como ensimismado en su propia imperfección.