Imagínate que un buen día, mientras buscabas metales preciosos con un detector de metales, te encuentras con una extraña roca rojiza. Inmediatamente piensas que puede esconder oro, así que no dudas en llevártela hasta tu casa. A continuación de numerosos intentos por perforarla y descubrir qué hay en su interior, te das por vencido. Se trata de una roca prácticamente invulnerable, al menos con herramientas cotidianas, como amoladoras.