Lo comentamos en su momento: uno de los mayores obstáculos que hicieron que
Google no incorporase unas prestaciones de inteligencia artificial generativa a su producto más importante, la búsqueda, a pesar de estar tecnológicamente preparada para ello mucho antes de que
OpenAi lanzase sus primeros productos, fue ni más ni menos que su coste unitario.
El coste unitario de una búsqueda en
Google es extremadamente bajo. Aunque la base de datos sobre la que la compañía lleva a cabo las búsquedas es obviamente enorme (porque si estás leyendo esta página, asumo que no creías que las búsquedas se llevaban a cabo directamente sobre la web, algo técnicamente imposible si quieres entregar resultados instantáneos) y viene a ser una copia de toda la internet disponible, la tecnología que permite hacer búsquedas en esa base de datos ha sido refinada por la compañía de manera brutal a lo largo de su historia, con tecnologías de bases de datos como MapReduce, Bigtable y muchas otras, algo que ha sido una obsesión de la compañía desde sus orígenes. Cuando las búsquedas en
Google indican no solo el número de resultados obtenidos, sino También los segundos que tardaron en obtenerlos, algo completamente irrelevante para el usuario, refleja unos bragging rights, una forma de que los ingenieros presuman del nivel de optimización que son capaces de lograr.