Al maestro
Akira Toriyama no le gustaban los sitios abarrotados. En general. Ni en la vida real, ni tampoco cuando dibujaba
Dragon Ball. Lo primero es fácil de entender, pero lo cierto es que plantear una obra que transcurre a una escala cada vez mayor requiere que tarde o temprano sea necesario hacer o imaginar escenarios amplios y detallados. Precísamente por ello los reducía a escombros. Pero, como verás, la genialidad permanentemente estuvo en cómo lo planificaba.
El estilo visual de
Dragon Ball evolucionó desde sus orígenes. Ganó un enorme ritmo y mucha energía, de modo que las páginas cada vez exigían más velocidad y dinamismo. Algo que se veía frenado por tener que realizar entornos colmados. A veces en forma de edificaciones o detalles como baldosas o decoraciones. Por suerte, cuando Son Goku y sus protagonistas lograron suficiente fuerza, podía darse el capricho de prescindir de los escenarios. A lo bruto, claro.
De hecho, no es algo que haya hecho una o dos veces, que conste. ¿Te acuerdas cuando Perfect Cell decidió destruir el tatami que había creado unos capítulos antes porque "no tenía sentido que hubiera límites"? Ese es el ejemplo más descarado, pero no el único. El objetivo final era convertir escenarios icónicos en fáciles escombros que se pudiesen entender con pocas líneas. La clave, era justificarlo lo suficientemente bien para que no se le notase el truco.