El litigio entre
Scarlett Johansson y
OpenAI a cuenta del posible uso de una voz extremadamente similar a la de la actriz en el asistente de inteligencia artificial generativo de la compañía tiene algunas cuestiones que lo convierten en bastante interesante.
¿Termina ahí la cuestión? Obviamente, no podemos pedir a una actriz de doblaje que deje de trabajar o que diga que no a determinados trabajos por el hecho de que su voz se parezca a otra o la evoque, del mismo modo que no podemos denunciar a un ventrílocuo o a un imitador por tener una factoría de voces en su garganta. A partir de aquí, ¿supone una explotación de los derechos de
Scarlett Johansson buscar un cierto parecido con su voz o con sus inflexiones juguetonas?
El caso de
Scarlett Johansson es especialmente fuerte: la propia actriz ha denunciado anteriormente el uso de réplicas de su voz creadas mediante inteligencia artificial sin su consentimiento en anuncios, y ha confesado su enorme hartazgo y su incapacidad para hacer nada ante la gran cantidad de deepfakes pornográficos generados a partir de su imagen.