Hay tecnologías heredadas del pasado que seguimos utilizando a pesar de que ya no son tan efectivas ni revolucionarias como resultaron en su momento. En un mundo de empresas totalmente conectadas, el
correo electrónico se ha convertido en un problema para muchas organizaciones.
El más relevante problema es que se trata de una herramienta en la que muchos empleados destinan una gran cantidad de horas a su gestión. Y no es que sea precisamente productiva. La cantidad de mensajes que se reciben en una empresa pueden suponer una parte importante de la jornada laboral.
Y si se gestiona mal se puede convertir en un ladrón de tiempo brutal. Hay otras herramientas que ayudan a mejorar la comunicación, el
correo sigue
siendo indispensable a pesar de sus ineficacias. Pero ¿qué nos hace estar tan apegados a esta herramienta en el siglo XXI?
Lo cierto es que el
correo nos da algo que otras herramientas no tienen tan desarrollado, como la capacidad de almacenar mensajes y conversaciones, donde quede reflejada cuál fue la petición de un usuario hace cuatro años y ahora que ha cambiado de opinión y nos reclama algo tenemos algo por escrito que nos avala.
Además es muy flexible en la organización, ya que en muchas empresas el
correo se va archivando por años, por clientes, etc. de manera que es muy sencillo encontrar de forma rápida los mensajes, datos, etc. referidos a cualquier asunto, además de poder hacerlo por supuesto por fecha.