Mi columna de hoy en
Invertia se titula «La internet de la basura» (pdf), y trata de explicar lo que ocurre cuando amigos o conocidos presuntamente inteligentes, de repente, se transmutan en auténticos adalides de las teorías de la conspiración y empiezan a vomitar
basura en las redes sociales, habitualmente procedente de un pequeño puñado de cuentas, como si estuvieran intentando «salvar al mundo» o vociferando aquello de «todos conducen en sentido equivocado». Es una columna dolorosa, porque corresponde a meses de estudio de algunas comunidades virtuales en las que participo por circunstancias diversas, en las que he podido observar y documentar el fenómeno, en algunos casos con personas que conozco.
El negacionismo y las teorías de la conspiración son fenómenos relativamente habituales en las sociedades humanas, y la combinación de la popularización del uso de internet, de las redes sociales y de una pandemia les han dado alas de una manera impresionante. El reciente estudio del CCDH sobre los flujos de desinformación acerca de la pandemia y las vacunas en los Estados Unidos traza el origen de la gran mayoría de los bulos y las barbaridades que se diseminan en la red a tan solo doce cuentas, y mi impresión en el caso de España es que el fenómeno se elabora exactamente igual.