La plataforma de mensajería instantánea y chat Discord, que tuvo su origen en las comunidades de gamers que mantenían conversaciones sobre juegos específicos, anuncia que comenzará a ofrecer publicidad a sus clientes, por el momento con un formato razonablemente poco intrusivo, con posibilidad de hacer opt-out en la configuración y restringida a temática de videojuegos.
Sin embargo, y sobre todo para los viejos del lugar, la jugada suena a «esto ya lo he vivido yo antes», un clarísimo principio de decadencia, de caída por un zarcillo engrasada. Y es que, permanentemente es igual: el momento en que una compañía decide, para incrementar sus ingresos, empezar a dar a sus usuarios algo que no solamente no habían pedido ni era lo que iban a buscar ahí, sino que además, no quieren recibir.
No existe la «publicidad buena». La publicidad está diseñada para interrumpir lo que un cliente pretende hacer con mensajes que no quiere recibir, con incluso algunos psicópatas en la industria que piensan que «si no molesta, no funciona». Para una compañía como Discord, que afirmaba no hace mucho que creía que era capaz de crear productos que hiciesen que su servicio fuese más divertido y que la gente pagase por él, empezar a servir anuncios supone una renuncia a toda una filosofía, a unos origenes, a una
cultura corporativa que ponía al cliente en el centro. Ahora el cliente ya no está en el centro, y si hay que molestarle, se le molesta.