Admiro de forma genuina a todos los directores que consiguen sobrevivir dentro de la industria haciendo las cosas a su manera, aunque eso signifique contar con menos presupuesto, tener que tirar de favores y, entre filmes, hacer malabares con decenas de otros proyectos paralelos para seguir adelante. Es el caso de David Galán Galindo, un todoterreno que ha hecho sus pinitos en la literatura, el cómic, el rap, la televisión y hasta el teatro.