Al maestro Akira Toriyama no le gustaban los sitios abarrotados. En general. Ni en la vida real, ni tampoco cuando dibujaba Dragon Ball. Lo primero es fácil de entender, pero lo cierto es que plantear una obra que transcurre a una escala cada vez mayor requiere que tarde o temprano sea necesario hacer o imaginar escenarios amplios y detallados. Precísamente por ello los reducía a escombros. Pero, como verás, la genialidad permanentemente estuvo en cómo lo planificaba.