La finalidad de un organismo es vivir. A tal efecto, debe adaptarse al medio y a las exigencias del mismo. Debemos entender estas exigencias como estímulos, estresores o perturbaciones. Para ajustarse a las nuevas necesidades del entorno, el ser humano debe poner en marcha mecanismos de adaptación que garanticen su homeostasis, es decir, un punto de equilibrio.