Hace años, la comedia era parte primordial de quiénes éramos audiovisualmente. No pasaba una semana sin un estreno por todo lo alto con el que partirse de risa y cineastas de todo tipo y pelaje pudieron probar suerte provocando carcajadas en el público. Sin embargo, el género ha pasado a convertirse en una especie de asunto prohibido para los grandes estudios, que saben perfectamente que ya no recauda el mismo dinero que antaño.