Jugar por primera vez a 'The Last of Us' durante su presentación hace más de una década marcó un punto de inflexión en mi longeva relación con los videojuegos. Hasta el momento, el descomunal 'Metal Gear Solid' había sido el único título capaz de suscitarme emociones similares a las que provocan las buenas filmes, pero la obra de Neil Duckmann tendió el puente definitivo entre las narrativas interactivas y las pasivas, sólo para ser superado por su desoladora 'Parte II'.