A Gary Dahl la inspiración le llegó sin asomo de épica. Su momento Eureka lo protagonizó en los años 70 en un bar de Los Gatos, una pequeña ciudad de California. Era de noche. Una noche de copas. Y Dahl escuchaba distraído cómo sus amigos se quejaban de lo latoso que era encargarse de sus perros o gatos luego de una larga jornada de trabajo cuando soltó su perla: su mascota, aseguró Dahl, no requería ningún cuidado.