Reconozco que me cuesta tirar cosas. Y si funcionan, con más razón todavía, incluso aunque sufran de la mortífera obsolescencia programada, como le pasa a mi todavía impresora. En lo relativo al ámbito tecnológico normalmente acostumbro a vender, si los productos son relativamente nuevos, o a que alguien de mi familia los herede. Mención especial merecen mis ordenadores viejos, a los que aplico un tratamiento especial.